viernes, abril 06, 2007

Proyecto JGM: Por un nuevo trato con el Estado, a ejercer y construir poder estudiantil

Mientras se agudizan los conflictos al interior de la coalición política gobernante, mientras la derecha afila los colmillos tras cada tropiezo de Bachelet y su grupúsculo de asesores, nuevamente vemos amenazado uno de nuestros derechos más preciado: la educación pública. Es así como se consolida su privatización, con un proceso silencioso llevado a cabo a través del engaño, la desinformación y la violencia policial. Pero a pesar de esto en las distintas universidades, colegios y liceos, los estudiantes dignamente continuamos luchando por el derecho a una educación igualitaria y de calidad.
En la Chile llegó un nuevo rector, con aires progresistas, pero que se sustentan en su alma liberal y tecnócrata. Víctor Pérez nos habla de modernización y de calidad con la calculadora y el cheque en la mano. Su nuevo pacto con el Estado no significa nada más ni nada menos que una administración más eficiente del negocio en que se ha transformado la educación.
Nuevamente las lógicas perversas que reinan en nuestro alicaído pero astuto modelo, atacan a la casa de bello. De la mano del autofinanciamiento y el ataque a todos los estamentos de nuestra universidad se plantea, con aires de grandeza y excelencia, un nuevo plan de modernización del Cámpus Juan Gómez Millas.
Este proyecto denominado “Revitalización de las Humanidades, las Artes y las Ciencias Sociales y de la Comunicación en la Universidad de Chile”, pretende a través de una suma de 60 mil millones, modernizar la infraestructura y la administración académica, estudiantil y funcionaria. Un plan que a primera vista parece ser un paso adelante en las pretensiones de calidad necesarias para la educación pública, esconde en su origen la esencia de un punto de vista privatizador y mercantil. Son 60 mil millones de los que la “U” pondrá 33 mil millones de la siguiente manera: 9.552 millones vendiendo propiedades, 5 mil millones mediante préstamos bancarios, 9.500 millones por la concesión de un estacionamiento subterráneo a construir y 5.500 millones enviados desde rectoría. También se proyectan alzas en la plaza de matrícula y quizás, en los aranceles. Además de esto se plantea la desvinculación y flexibilización laboral en académicos y funcionarios.
Por lo tanto, los que pagan el costo de esta mal intencionada modernización somos los que sustentamos la vida universitaria, pero que nos vemos excluidos de procesos democráticos y efectivos de participación, los mismos que vivimos en los hilos de la incertidumbre ante una alza más de aranceles o al ataque constante de los trabajadores de nuestra universidad.
Es por esto que nuestra apuesta debe enfocarse a aglutinar todas las exigencias y demandas históricas y enfocarlas en la construcción de un nuevo trato con el Estado, proceso que se oriente desde los estudiantes y demás estamentos a recuperar el carácter público de la educación. Un sistema público de financiamiento, calidad e igualdad en la enseñanza, contenidos que superen el pensamiento único que reina en nuestras aulas y una participación realmente democrática y efectiva de los estamentos en las decisiones de la universidad.
Este nuevo trato con el Estado debe nacer de nuestras más mínimas necesidades y debe ser orientado a la crítica del modelo en conjunto, llevando esta lucha más allá de las cuatro paredes de nuestra universidad, situando la problemática como tema nacional.
Es así como planteamos la necesidad de definir hacia donde concentrar las energías (en acumular fuerzas estudiantiles como actores sociales relevantes del destino del país). A la vez entendemos la relevancia de conseguir victorias reales en las luchas emprendidas; sin embargo recalcamos la importancia de poder enmarcar este proceso de acumulación de tareas de más largo aliento, es decir entender las demandas estudiantiles, el nuevo trato con el Estado, dentro de un cuestionamiento global hacia las contradicciones del modelo de los ricos y poderosos.
Nuestros métodos no pueden sustentarse en recetas preconcebidas, no podemos declarar a tontas y a locas paros o tomas de dependencias sin antes movilizar las fuerzas en la agitación de las e ir construyendo por todos lados organización estudiantil. Pero a pesar de esto entendemos la necesidad de movilizarnos, de presionar al gobierno, de salir a las calles a manifestar nuestro descontento, el cual debemos encausar en organización y construcción de poder estudiantil. Por esto:


Ahora más que nunca...
Organicemos el descontento, construyamos poder estudiantil