martes, septiembre 19, 2006

La ascendente lucha social y la versión 4.0 de la Concertación

Todavía no se completa un año de mandato de la primera presidenta de Chile y una amenaza social hace remecer la salud del sistema económico y político chileno. Estudiantes, pobladores, trabajadores, crisis energéticas, relaciones exteriores, inundaciones y hasta un simulacro virtual de un cataclismo ponen los nervios de punta a derecha y concertación; desde los Larraín pasando por los Freí hasta llegar a los Lagos Weber.
    Bachelet mostró una condensación de características muy peculiares que superaban a los anteriores gobiernos cocertacionistas: un pasado de luchadora social, hija de un militar progresista asesinado por el fascismo, de profesión doctora con cursos en logística militar en Estados Unidos, una trayectoria como ministra y una cara publicitaria que fue creciendo gracias a encuestas y alguno que otro juego mediático. Su calidad de mujer y una campaña que resalta un potencial gobierno firme (al estilo Lagos) pero a la vez amable (un pequeño toque femenino) eran la síntesis perfecta para este nuevo gobierno del arcoiris. Bachelet ensalza su gobierno ciudadano, su política de consensos, haciendo del diálogo, instaurado por Lagos, su principal arma política para solucionar conflictos (no olvidar que el ex ministro Zilic fue puesto en esa cartera por su peculiar característica de solucionador de conflictos, en la época del cierre de las minas de carbón en Lota). Un gabinete de tecnócratas ultraliberales y apartidistas (su mayoría) daban un giro a la política chilena, impregnándola de un modernismo sin igual que de alguna manera nos acercaba a las suecias, las finlandias y tanto país primer mundista, claro que detrás del telón: sueldos miserables, viviendas sociales indignas, educación elitista y de mala calidad.
    Pero la crisis vino pronto. La derecha culpaba el manejo político del gobierno, agenda aquí, agenda acá, delincuencia, trato blando con el gobierno “progresista” de Argentina, en síntesis, crisis de conducción. Pero tanto la derecha como la concertación saben que esta crisis inicial trasciende los problemas de conducción y quizás ningún estilo, desde el consenso máximo hasta la rigidez de Lagos, pasarían este reto; es que las contradicciones del modelo empiezan a hacerse visibles en el seno del pueblo y la organización se convierte en la herramienta de lucha de todos los sectores.